Ricard Anckermann
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Galería
Palma 1842-1907
Para la historia de la pintura en Mallorca, el nombre de Anckermann tiene singular valor expresivo, es considerado uno de los más grandes plásticos mallorquines de todas las épocas y el más importante de la segunda mitad del siglo XIX. Al recorrer hoy una exposición sintética de sus cuadros sentimos una profunda emoción retrospectiva. Este arte está ya cubierto de una pátina de venerabilidad y respeto. Porque en estética hay dos valores indiscutibles: el de permanencia con poder de eternidad, superior a un tiempo, sustrayéndose a toda ley de envejecimiento; y el de documentación como reflejo exacto de una época, cuando la obra queda como huella inconfundible de un momento significativo en la evolución del gusto. Y este es el caso de Anckermann.
Estuvo situado entre dos corrientes: la tradicional del academicismo romano, decadencia pomposa y “retórica”, última resonancia de las viejas interpretaciones clásicas; y el empuje romántico del arte francés. Y precisamente lo que comunica a la escuela de Anckermann cierta compensación de la frialdad estatuaria aneja a la escuela en que se educó, es una chispa de fuego de nueva inspiración que quiso infundir en sus Galateas; una doble voluntad de superar su arte y de superarse a sí mismo.