La obra de este pintor, dentro de un postimpresionismo de buena ley, es una de las más densas. La pintura de este artista (pintura masculina y viril) es una pintura recia. No se busque en Ramón Nadal la nota femenina ni el acento íntimo.  En Nadal debemos buscar la grandiosidad de lo épico manifestado a través de sus robustos y macizos pinceles. La fuerza impulsiva de una naturaleza desatada y gigante es lo que vemos en la obra de este artista. Esto por lo que hace referencia a la visión de conjunto. Ciñéndonos al aspecto técnico, se nota la presencia de una individualidad técnicamente preparada. Ramón Nadal es un artista completo (espiritual y técnicamente hablando) y sus obras dan la sensación de esa plenitud apuntada. Tanto en sus paisajes como en sus cuadros de flores y retratos, Ramón Nadal es siempre el artista que sabe llegar al fondo de las cosas y mostrarlas a través de una técnica sorprendente. Técnica a la que ha sabido acompañar un juego de colores en los que se ha desenvuelto con firmeza. Conviene destacar la predilección por los colores uniformes respondiendo, cada época determinada, a una gama distinta. El artista se ha movido dentro de estas gamas y nos ha ofrecido una obra que penetra hondamente en el ánimo del espectador. Igual podríamos decir de la manera de tratar los temas por el artista aprisionados. Todos ellos son de una grandiosidad y de una gran firmeza. La amplia pincelada de este artista dice claramente de esta firmeza y seguridad en el trazo y de esta grandiosidad apuntada. Cuando se ha visto esta manera de pintar, difícilmente puede uno acostumbrarse a estas meticulosidades de miope que no hacen sino convertir en artesanía lo que debiera ser exponente de un arte libre de trabas. Porque la pintura (después del remozamiento impresionista) no puede caminar por los senderos de un academicismo frío e inexpresivo. La pintura necesita mayor amplitud, mayor espacio conceptual y mayor libertad estilística. Ramón Nadal ha conseguido plenamente estas difíciles cualidades.