Nos ofrece un conjunto paisajístico isleño siguiendo la corriente impresionista, en un alarde de composición y de colorido. Con colores calientes, con planos casi desérticos y con ambientaciones rotundas, Mateo Palmer consigue darnos la verdadera esencia del arte pictórico: sensibilidad, plasticidad, emoción. Una clara, auténtica y nítida concepción de lo que debemos entender por plasticidad.

Sus obras parecen irradiar luz propia, tiene una enorme fuerza expresiva y belleza plástica.