Este pintor visitó Mallorca por primera vez en 1935 y a partir de 1940 contó con su estudio en el barrio de la Calatrava en Palma, donde vivió largas temporadas y desarrolló la mayor parte de su producción artística.

Es el exponente máximo de la tendencia del decorativismo. Sus obras se nos presentan como una de las más individualizadas y una de las que tienen una personalidad más acusada. Y ello es así porque Tarrassó fue un verdadero revolucionario de la pintura. Quien pretenda estudiar al artista conforme a los patrones conocidos, no comprenderá nunca su obra. Tarrassó rompió con lo que era tradicional en el arte de la pintura y entronizó, en su lugar, unas maneras nuevas de entender el fenómeno pictórico. De ahí el valor de su obra y de ahí, también, las inventivas de que ha sido objeto. Pocos artistas han sufrido una apreciación de su obra tan diversa y encontrada. Y esto (en último término) no es sino expresión de la fuerte personalidad del artista y de la manera particular y propia (original, en definitiva) que tiene de enfocar los problemas que la plasmación artística presenta. Cuando se estudia la obra de Tarrassó aparece, en primer lugar, la gran fuerza de su temperamento. Tarrassó es un pintor fuerte, atrevido, impulsivo. Esas cualidades aparecen bien marcadas en sus obras. La naturaleza de Tarrassó no es estática sino dinámica. Todo es movimiento y lucha. Esa manera de ver e interpretar el mundo circundante, hace que la obra de Tarrassó por lo que hace referencia a Mallorca (donde el artista trabajó intensamente) marque un jalón decisivo y estimable.